El cine en Madrid

Por Silas Grout

La decisión de entregar una solicitud al programa de Vassar Wesleyan en Madrid era una de último momento, y también algo raro para un estudiante de pre medicina como yo. Llegué a Madrid sintiéndome un poco confundido, y además, perdido respecto a qué quería estudiar. Lo único que sabía era que quería un descanso de mis clases de biología, matemática, y química en Vassar. Intenté pensar en asignaturas en las cuales podría tener éxito por mis habilidades ya conocidas, pero la verdad es que no tenía ninguna percepción de mis habilidades académicas fuera de mis estudios. Por eso, busqué inspiración en mis compañeros sin pensar en mis conocimientos sobre el tema. Me registré para dos clases con la ilusión de que serían menos intensas, y de que los textos, todos de cine, podrían activar mi creatividad.

Pronto me quedé cautivado por las conversaciones que teníamos y los temas que surgían de las películas que vimos. Era increíblemente interesante aprender sobre el desarrollo del cine español y su relación con la profunda historia política del país. Por ejemplo, aprendí un montón sobre el franquismo y la vida bajo la dictadura por películas como ¡Bienvenido, Mr. Marshall! y La voz dormida. También me expuso a películas de Hollywood hechas por directores españoles como Los otros de Alejando Amenábar y Lo imposible de J.A. Bayona, las cuales nunca habría visto si no hubiera estado en estas clases. Además, películas como Volver del director español más famoso, Pedro Almodóvar, cuentan historias que destacan los temas culturales y las normas sociales españolas impuestas a las mujeres.

Gracias a mis asignaturas de cine, desarrollé un amor por el cine español y películas en general. Me encontré yendo al cine cada semana, viendo las que acaban de estrenar o las que todavía me faltaban por ver. Los teatros de cine de Madrid se convirtieron en lugares familiares dónde pasaba mucho tiempo, tal vez demasiado. Los cines como, Cinesa Proyecciones, Verdi, y los Yelmos de Chueca y Sol sirvieron como los lugares perfectos para disfrutar de una noche tranquila, pasar el rato con amigos, o simplemente para relajarme cuando lo necesitaba. También mejoré mi relación con una amiga muy cercana en el programa que estaba en mis clases de cine. Juntos, asistimos a casi quince películas en el cine y con las de las clases, vimos más de treinta. Algunas de mis películas españolas favoritas eran La Virgen Roja, La Infiltrada, y una película animada que se llama El Robot Salvaje que también vimos en español. Solíamos buscar películas españolas que aún no se habían estrenado y planear las salidas con una semana antes de antelación. Una de las cosas más divertidas de ver las películas españolas en los cines, y también las americanas con subtítulos, era que siempre estábamos practicando nuestro español. 

Durante el semestre en Madrid, encontré un amor desconocido por el cine. Este amor se presentó en la forma de cine español, y de visita al cine para ver películas. Me enteré del arte que existe detrás de lo que se ve en la pantalla grande, lo que me inspiró a pensar en el entretenimiento de una manera más profunda. Sobre todo, encontré una manera de practicar el español que me resultaba divertida. 

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