Por Sofia Brandon-Schwartz
Una de las alegrías inesperadas durante mi tiempo en Madrid ha sido el descubrimiento de los pequeños y escondidos parques de la ciudad. Mientras que El Retiro y Casa de Campo se llevan toda la atención, son los espacios más silenciosos y personales lo que han capturado mi corazón. Uno de esos lugares es Los Jardines del Arquitecto Ribera- un parque encantador que se convirtió en mi lugar favorito para tomar un respiro del bullicio de la ciudad.
Escondido en el área entre Tribunal y Malasaña, Los Jardines del Arquitecto Ribera se sienten como un secreto para los locales (y quizá una afortunada visitante como yo). Ese parque no está fabricado para los turistas, es un lugar auténtico y lleno de vida, con el espacio justo para relajarse en un banco y ver el mundo pasar. Su imperfección y autenticidad es precisamente su encanto.
Lo que le da tanto encanto es su intimidad. Cada mañana los habituales llegan con sus perros y transforman el parque en un animado club social. Los perros parecen conocerse tan bien como sus dueños. Verlos correr, con sus colas moviéndose, siempre me sacaba una sonrisa, incluso en los días que echaba de menos mi casa.

Una tarde, un hombre mayor con un labrador desobediente se sentó junto a mí en un banco. Su perro no dejó de intentar robarle la pelota de tenis a otro perrito, y ambos nos reímos, mientras él se disculpaba, diciendo: “Es más travieso que yo.” Esta interacción me hizo darme cuenta de cómo los parques de Madrid son capaces de crear esos momentos tiernos de conexión humana.
Estudiar en el extranjero es todo lo que todo el mundo dice que es: emocionante, lleno de nuevas experiencias y revelador. Pero no se puede negar que hay momentos en los que puede ser un poco abrumador y solitario. En esos momentos, tener un lugar cómodo y familiar era inestimable. Me ayudó a sentirme tranquila y no como una extranjera, sino parte de la ciudad.
Me gustaría atribuirme el descubrimiento de este parque, pero lamentablemente no fue mío. Durante nuestra orientación en Santiago de Compostela, conocí a quien se convertiría en mi mejor amigo durante mi tiempo en Madrid. Él y yo vivíamos a una distancia de solo diez minutos a pie, y este parque estaba perfectamente ubicado entre nuestras dos casas. Después de la primera noche con nuestras familias anfitrionas, queríamos encontrarnos para hablar sobre nuestras emociones, nervios, miedos, ilusiones, etc. Así que él encontró este parque y, en nuestra primera noche en Madrid, paseamos durante horas allí. Desde entonces, ese ha sido nuestro lugar. Después de largos días en la universidad, después de la cena, después de noches de fiesta, siempre nos reuníamos en ese parque. Se convirtió en un lugar donde sabía que no yo estaría sola.

Ahora cuando pienso en Madrid, no solo pienso en las calles, parques, y plazas grandes. Pienso en mi parque: Los Jardines del Arquitecto Ribero, un pequeño rincón verde donde juegan los perros, los vecinos charlan y el mundo se siente un poco más personal. Si en algún momento estás en Madrid, espero que te tomes un momento para encontrar uno de estos pequeños parques. Puede que no planees quedarte mucho tiempo, pero no te sorprendas si pierdes la noción del tiempo—estos pequeños rincones tienen una mágica manera de atraerte.

