Dar sorbos por la ciudad: los cafés de Madrid

Por Catherine Auerbach 

Antes de llegar a Madrid, no había pensado que lo que más disfrutaría de esta ciudad serían los cafés. Claro que me interesan los sitios grandes y fabulosos, como el Museo del Prado o el Parque del Retiro; pero me he dado cuenta de que a menudo, lo que hacemos con nuestros ratitos, los momentos pequeños y libres que llenan cada día, son lo que definen nuestra experiencia. Hay una cita de Annie Dillard, en la que dice, “Cómo pasamos nuestros días es, por supuesto, cómo pasamos nuestras vidas”. Yo he pasado muchos de mis días en las cafeterías, no solamente por los cafés solos y napolitanas de chocolate que me encantan, sino porque son entradas a diferentes barrios, a nuevos munditos dispersos por esta gran ciudad. 

Al principio, encontrar lugares para tomar un café o comer un bollo fue un desafío que me di a mí misma para salir de mi zona de confort, física y mental. Físicamente, mis primeras visitas a cafés por la ciudad me retaron a navegar por el sistema desconocido del Metro y aprender cómo ser un buen peatón de la ciudad. Después de unos meses, debido a mis esfuerzos, me siento cómoda explorando la ciudad a menudo sin Google Maps; tengo un mapa espacial casi grabado en mi cerebro, mis destinos favoritos teñidos con los colores de las líneas del tren que necesito tomar para llegar allí. En cuanto al desafío mental, sentarme en un café me ha acostumbrado a hablar con extraños, a sentirme despreocupada pidiendo un vaso extra de hielo al lado, que me cobren por mi comida, y preguntando «¿Cuál es la contraseña para el WiFi?» Mis interacciones con camareras, baristas y otros clientes me han ayudado con el tipo de conversación casual que acompaña la vida diaria en Madrid. 

Por mi gran investigación de los cafés de Madrid, un favorito ha emergido: Mansilla Libros y Café, ubicado entre Barrio de La Latina y Lavapiés. El interior es maravilloso: muros rosas, tazas de porcelana, y estantes llenos de libros de muchos idiomas. Los cafés e infusiones son riquísimas y a buen precio, los ordenadores están permitidos entre semana, y los empleados siempre son amables y están contentos de responder preguntas. He pasado muchas horas en Mansilla, haciendo mi tarea o hablando con mis amigas. Además, por ir a Mansilla, descubrí mi barrio favorito. Esta zona de Madrid está llena de tiendas de libros tanto nuevos como usados, restaurantes de tapas, y tiendas preciosas de arte, joyería y ropa exquisita de segunda mano. Me he enamorado de las calles angostas pero nunca demasiado abarrotadas, los edificios pintados con colores brillantes, y el espíritu general de esta zona. Vale la pena explorarla después de tu tiempo en Mansilla.

Arriba: una foto del interior de Mansilla Libros y Café. 

Otro café que me ha encantado es Ciento Treinta Grados, una pastelería en Chamberí.  Este establecimiento es un poco más lujoso y no hay espacio adentro para sentarse y hacer tarea, pero sus pasteles justifican una visita. Tienen una selección amplia de productos horneados, incluso la tarta de higos y crema que se ve abajo, “monkey bread” (un bollo dulce de canela) y todo tipo de cruasanes. Su café es intenso y tostado a la perfección. Cuando fui con unos amigos, no podíamos decidir qué pedir, y un empleado nos explicó casi cada opción en detalle y dio sus recomendaciones personales. Hacen que, durante tu breve visita a la pastelería, te sientas bienvenido. Además, su barrio, Chamberí, me recuerda mucho a mi barrio en los Estados Unidos, el Upper West Side de Manhattan, Nueva York. Sus edificios residenciales y librerías antiguas crean un ambiente perfecto para dar un paseo. Yo recomendaría ir a Ciento Treinta Grados antes de ir al Museo Sorolla, pues están muy cerca, y definitivamente endulzará tu visita a Chamberí.  

La tarta de higos y crema de Ciento Treinta Grados. 

Una última recomendación sería Rut Café, un café pequeño ubicado en el extremo sur de Malasaña. Rut Café se encuentra entre dos mundos diferentes: el mundo de la calle Gran Vía, lleno de tiendas gigantes como Zara y Primark, y el de Malasaña, un barrio joven, amigable para los estudiantes, y con más tiendas de ropa vintage de las que podrías imaginar. La cafetería, con sus lattes con hielo suaves y tostadas sabrosas, te preparará para una tarde de explorar. Esta zona tiene algo para todos, y durante este semestre, he pasado mucho tiempo andando por estas calles a las que Rut Café me introdujo. Yo recomendaría ir al café con algún amigo para hacer un poco de tarea antes de recorrer esta área y ver qué nuevos tesoros podéis encontrar. 

Estar en Madrid por un periodo limitado de tiempo me incentivaba a explorar la ciudad y su espresso lo máximo posible. Sin embargo, también me ha hecho reflexionar sobre todo lo que todavía no he explorado en Middletown, Connecticut y Manhattan. Me ha dado una nueva perspectiva sobre mi uso del tiempo y que, incluso durante semanas muy frenéticas, vale la pena probar algo nuevo: una bebida, un nuevo lugar para estudiar o una visita a un área diferente. Siempre hay algo divertido listo para ser descubierto, incluso en tu propio vecindario.

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