Por Shantelle Brown
Fueron las seis de la mañana de algún domingo de noviembre y resulta que tuve que levantarme antes del amanecer. De veras, me daba un poco de rabia que tuviera que despertarme tan temprano en un fin de semana. Fue el día de una carrera en la ayuda de la diabetes, así que me merecía la pena. Tomé el metro y como acabó de empezar servicio era casi vacío (a diferencia de cómo es entre las 14:00-16:00). Cuando llegué al Paseo de Camoens, recibí el ‘incentivo’ oficial de participación: una camiseta oficial de la prueba, una bolsa petate, una botella de agua y un bocata de salami que lo había prometido. Se sobrentiende que eso no fue la verdadera recompensa. La recompensa fue la experiencia de pasar una mañana de fresco tiempo con gente diversa de varios pueblos de Madrid y de varias edades y varios orígenes. A pesar de nuestras diferencias, en ese momento, compartíamos una meta colectiva. Le calentamos uno al otro a través de los chistes y los cuentos mientras les pasábamos el agua y les motivamos a los corredores. Al final, llevamos más o menos tres horas haciendo el voluntariado y algunas dos horas tomando una copa. Sin embargo, la memoria de esta experiencia y la comunidad que descubrí aquí como resulta siguen viviendo. Además, el bocata estaba riquísimo.
A mí, las experiencias como esta son las más importantes.
En los últimos tres años he movido entre tres países y cinco provincias. En cualquier país estoy, lleva todos los aspectos de mi identidad. Como mujer afro-jamaicana, esta identidad, a veces determina como interactúo con una nueva comunidad y que no es mío. Sin embargo, no importa dónde estoy, en cuál país ni provincia siempre se conozco a la comunidad a través de ser voluntario. Puedo decir que, el voluntariado sea un aspecto fundamental de mi vida.
De una manera, me da un sentido de la pertenencia que sea voluntario. O sea, eso es como encuentro mi lugar en la comunidad. Así que, de mi punto de vista, no hay mejor manera de asimilarse en una cultura y entender mejor cómo funciona la sociedad ni contribuirle. Por eso, cuando llegué a Madrid me agradecía que descubriera un espíritu animado del voluntariado aquí. Se me he concedido la oportunidad de conocer a la gente que de otra manera no tendría la oportunidad de encontrarse. Por añadidura, me requiere practicar el español.
En estos cuatro meses, he descubierto las oportunidades del voluntariado a través de las clases y las recomendaciones de mis amigos y mi familia anfitriona. Hay experiencias diversas e irreemplazable. Nadie terminaría los cuatro meses la experiencia de estudiar en Madrid sin llevar al menos dos horas de ser voluntario.
Abajo son mis recomendaciones.
Desigualdad social en España. Formación al voluntariado
La clase de la escuela internacional de Carlos III que te requiere 16 horas de participación en las actividades de diferentes Asociaciones y O.N.G. durante el semestre. Como hay cuatro meses en un semestre, 16 horas es nada. Además, a lo mejor puede conocer a las compañeras para compartir tus experiencias del voluntariado.
Facilitan proyectos puntuales cada fin de semana. Pasó bien las actividades con varios O.N.G que provee ayuda con respecto a los niños y las mujeres marginalizadas.
Comunidad de Madrid- Asuntos sociales
Si te apetece el voluntariado regular o los eventos especiales (como las carreras o las recogidas de alimentos), puedes descubrir una gran diversidad oportunidades a lo largo del semestre.