Mi tiempo en Madrid ha sido una montaña rusa de lo inesperado: de altibajos, días buenos y días malos, y algunos de los momentos más fenomenales de mi vida. Llegué a Madrid con ganas de redescubrirme después de algunos años de luchar con problemas de salud, con la esperanza de desarrollar nuevas relaciones con las personas de mi programa, mi familia anfitriona y también conmigo misma. Después de las dos semanas en Santiago y unas semanas en Madrid, había logrado a unos de mis objetivos: ya había formado nuevas relaciones excelentes y estaba disfrutando de mi nueva independencia y libertad. Aunque estaba disfrutando la mayoría de mi vida en Madrid, estaba luchando con la situación de mi familia anfitriona. Después de pasar dos semanas con ellas, —trabajando con mis propios sentimientos y mi nivel de comodidad—decidí cambiar de familia y fue la mejor decisión que pude tomar para mí misma pero definitivamente no fue una decisiónn fácil. Esta es mi guía sobre queé hacer cuando las cosas no salen como lo has planeado con respecto a tu familia anfitriona.
Evalúa la situación y tu nivel de comodidad. Para la mayoría de las personas, vivir en un lugar nuevo puede ser incómodo y desafiante, especialmente cuando se integra a una familia establecida, en un idioma diferente y porque no se ha comunicado con etas personas antes. Por esta razón, es útil analizar tus propios sentimientos y determinar si tu incomodidad es temporal o si durará para todo el cuatrimestre.
– ¿Te sientes bienvenido como parte de la familia?
– ¿Se siente como un hogar o un espacio de vida temporal?
– ¿Las expectativas de los integrantes del hogar podrán ser sostenibles a lo largo de los meses?
– ¿Te sientes cómodo hablando con tu familia anfitriona sobre tus preocupaciones?
Habla con otros estudiantes sobre tu situación. En la mayoría de los casos, puede no ser útil compararse con los demás, pero en este caso fue muy útil para mí hablar con otros estudiantes para comprender la diferencia entre mi situación de mi vida familiar y la de ellos. Al hacerlo, pude identificar las cosas que me faltaban en mi casa.
– ¿Otros estudiantes están experimentando las mismas preocupaciones que yo?
– ¿Otras familias anfitrionas tienen expectativas similares para sus estudiantes invitados?
– ¿Qué nivel de comodidad se sienten otros estudiantes?
Habla con los directores de tu programa. Después de evaluar mis propios sentimientos y hablar con los otros estudiantes, finalmente recurrí a directora y subdirectora para pedirles consejo. Les expliqué mis preocupaciones, derramé algunas lágrimas y escuché atentamente lo que tenían que decir. Hasta este punto, no me había dado cuenta de lo difícil que había sido para mí vivir en una casa donde me sentía indeseada, pero decirlo en voz alta lo hacía mucho más real.
– ¿Han experimentado otros estudiantes algo similar en los últimos años?
– ¿Cuáles son mis opciones? ¿Debo hablar con mi familia anfitriona sobre mis preocupaciones? ¿Hay una posibilidad de cambiar de familia?
Aunque sea un poco egoísta, hay que tomar decisiones difíciles y hacer lo que es mejor para ti mismo.
La directora y subdirectora primero me preguntaron si quería mantener la relación o irme. En este momento, no quería irme y ellas me sugirieron que primero hablara con mi madre anfitriona sobre cómo me sentía y tratara de encontrar unas soluciones juntas sobre cómo seguir adelante. Desafortunadamente, mis esfuerzos para hablar con ella fueron rechazados y nunca tuvimos una conversación sobre cómo me sentía. Para mí, fue muy difícil decidir qué hacer con todos estos factores. No quería ofender nadie ni causar ningún drama, trabajo ni problemas innecesarios, así que sentí mucha presión evaluando mis opciones. Mis amigos tenían que recordarme varias veces que mis sentimientos fueron validados y que este semestre es una experiencia única en la vida y que tengo que experimentarlo de la mejor manera posible. Con todo en mente, finalmente tomé la decisión de cambiar de familia y resultó ser la mejor decisión de mi tiempo en Madrid.
Qué esperar para el día de la mudanza y para el futuro.
– Mucho estrés. Estaba súper nerviosa porque no quería ofender a la familia anfitriona ni molestarlos. No tenía malos sentimientos hacia ellas, la situación de vida simplemente no era sostenible para mí. Durante todo el día, tuve un sentimiento malo en el estómago y me preocupaba volver a casa con la posibilidad de discutir y defenderme en un idioma con el que todavía no me sentía muy cómoda.
– Un poco de tristeza. Estaba realmente decepcionada de que esta situación de vida no me funcionara. Realmente disfruté de la familia y tuvimos algunos buenos momentos juntos antes de mudarme. Fue triste para mí que esta situación no fuera la mejor y sufrir al por dejar a las personas que ya había llegado a conocer.
– Alivio. El momento en el que entré en la casa de mi nueva familia anfitriona, inmediatamente me sentí mejor. Fui recibida como parte de la familia y tratada como si me hubiesen conocido por años. Desde el primer día con ellos, he desarrollado una relación muy fuerte con mi madre, mi padre, y mi hermano anfitriones; cenamos juntos, hablamos sobre el día, y miramos las noticias todas las noches. Paso los fines de semana jugando FIFA con mi nuevo hermano y comiendo con sus otros familiares en los almuerzos semanales de los sábados. Esta es la experiencia que había imaginado para mí y no podría estar más contenta con cómo resultaron las cosas.

Mi recomendación mayor es venir a España dispuesta a desafiar tus expectativas, algunas de las cuales querrás aferrarte a y otras de las que tendrás de dejar ir. Para mí, un hogar cómodo y una conexión fuerte con mi familia anfitriona era algo que no podía sacrificar. A veces, se tiene que hacer lo incómodo para llegar a lo mejor.