by Anna Elewski
Una de las cosas más difíciles de mudarse a un nuevo país es encontrar a vuestra propia comunidad de gente nueva. Por eso, recomiendo que probáis la escalada. Podéis hacer un deporte muy divertido, conocer a una comunidad única y acogedora, y empujar vuestras zonas de confort ya sea practicando el idioma con desconocidos o cayéndose de una pared una y otra vez. No os sintáis intimidadxs para probarlo, aunque nunca lo hayas probado antes. A mí, se me da fatal la escalada, pero no me impidió disfrutarla. Podía ir cualquier día e incluso si era la peor escaladora allí, la gente siempre me daba ánimo y ayudo con rutas duras.
Vais a ver que el estilo de escalada es muy diferente a la de Estados Unidos. En España, utilizan mucho más la “escalada arcoiris” dónde no hay rutas fijas sino presas por todas partes. Y lo más común es ver rocódromos que solo tienen bouldering en vez de escalada en yo-yo. Los grados también son diferentes. Si hay rutas, lo normal es usar un sistema de codificación de colores en vez del V1, V2, etc. Finalmente, la jerga que usan es totalmente distinta: si alguien pide unos pies de gatos en el rocódromo, ¡está hablando de los zapatos que lleva para escalar!
Hay muchísimos rocódromos por la ciudad, y hay que probar bastantes hasta que encontráis uno que os gusta. Para mí, mi favorito era BoulderZone Retiro. Es el único en el que hay muchas rutas fijas de todos tipos y niveles y con presas variadas–de cantos hasta regletas–que además cambian con frecuencia. Lo mejor de todo es que hay muchos clientes habituales así que pronto veréis caras familiares y amigables.
¡Pero preparaos para algunas malas comunicaciones que pueden ser bastante cómicas! Una de las últimas veces que estaba allí, estaba calentando con un ejercicio fácil. De alguna manera, mis dos pies resbalaron y balanceé todo mi peso corporal contra la pared en mi dedo pulgar de pie. Cuando quité mi pie de gato para ver el daño, vi un poco de sangre saliendo de debajo la uña. Pero en unos pocos segundos, la sangre comenzó a brotar. No quería que la sangre cayese en la estera así que puse mis manos debajo del pie para agarrarla, y de pronto estaban cubiertos de sangre. Me llamó la atención del tío (guapo) que trabajaba allí, ¡pero de repente me di cuenta de que no sabía cómo decir “sangrando!”
Traté de comunicarme de todos modos y dije –tengo sangre.
Él estaba muy confundido. Soltó una risa y contestó, –pues, yo también la tengo.
–No– dije –me estoy desangrando.
Se veía horrorizado. Hasta que vio mi dedo y se dio cuenta de lo que estaba pasando. Se rió otra vez, y fue a coger un botiquín de primeros auxilios. Mientras estaba ayudándome a limpiar la sangre, me dijo –la palabra que buscas es “sangrar.” ¡Pensé que te estabas muriendo!–.
Tierra, trágame.