Ella Tierney (mayo 2022)
Cuando llegué a Madrid, sabía que iba a experimentar muchas cosas nuevas y que crecería como persona a través de estas vivencias. Esperaba ir a los museos, ir a un partido de fútbol, comer paella y hablar mucho español con mi familia anfitriona. Lo que no esperaba era ir a la ópera cuatro veces en un cuatrimestre y disfrutarla tanto como lo hice. Antes de venir a España, no había ido a la ópera en mi vida. Toco el violonchelo en una orquesta en mi universidad. Es decir, me gusta la música clásica, pero no había tenido la oportunidad de asistir a la ópera. Mi madre anfitriona toca también el violonchelo, en la orquesta del Teatro Real de Madrid. Es muy especial poder hablar de música con ella. Otra gran ventaja es que recibe entradas gratuitas para el Teatro y con ellas he podido ir a los ensayos generales de cuatro óperas y algunos conciertos orquestales, aunque se pueden conseguir entradas muy baratas para los estudiantes y el programa las reembolsa al 100%. La primera vez que fui a la ópera vi El ocaso de los dioses, una obra de Wagner que dura seis horas. Sólo me quedé las primeras cuatro, pero me gustó mucho. Después de esta experiencia, fui a Abrecartas, una ópera contemporánea de Luis de Pablo que cuenta la historia de Federico García Lorca y su grupo de amigos; El ángel de fuego, de Prokofiev, en la que estuve con mi familia; y a Las bodas de Fígaro, una obra muy famosa de Mozart. Además, acudí a dos conciertos orquestales de la orquesta del Teatro Real que también fueron impresionantes. Como una experiencia cultural, el Teatro Real es una opción muy recomendable. Es uno de los mejores teatros de ópera de Europa, con músicos y escenarios increíbles. Antes de ir a la ópera, pensaba que era una forma de arte muy antigua y desconectada del mundo contemporáneo. La verdad es que me parecía, antes de conocerla, un poco aburrida. Todos los espectáculos a los que yo asistí́, sin embargo, eran montajes modernos o con nuevos enfoques. La música y la letra no cambia, pero sí la escenografía, la coreografía, el vestuario y la interpretación vocal. También merece la pena el sitio y el edificio que aloja el Teatro Real. Es muy grande por fuera, pero por dentro parece un mundo entero, con butacas de terciopelo rojo, dorados en los espejos y lámparas de araña en muchos lugares. Sin embargo, el aspecto más valioso de mis visitas al Teatro Real era la oportunidad de conectar con mi madre anfitriona. La apreciación por la música es algo que compartimos, y hablamos de las óperas y la música a menudo. Ir al Teatro era una vivencia preciosa, tanto cultural como personalmente, y la recomiendo mucho. No olvidar que el programa reembolsa este tipo de actividad, si se paga con el descuento juvenil, al 100%.